6 ago 2011

Mis relatos / Serie 8

Historias de aqui y de allá, entramados humanos

79. El té
Bebía el último sorbo de té cuando ella se acercó y me solicitó compartir la única mesa libre del bar, yo asentí, pasado un rato me pidió que vigilara su bolso por un momento y se retiró, continué la lectura de aquel libro que me tenía absorto, pasó un tiempo que se hizo corto para mí, miré el reloj y ella aun no regresaba, mi libro narraba la historia de una valija abandonada, divagué, de repente sentí pavor, comencé a inquietarme y llamé el camarero, él sonriendo me trajo unas flores con una nota. Fue así como comenzó todo.

78. Auguste D
Marina, ha hecho suyos los enfermos, desde hace veintiocho años comenzó esta estoica tarea. Primero fue su padre que enfermó extraviándose en su propio pueblo, después vino el deterioro, fueron catorce años vegetando. En esa época ella aún no se había jubilado y combinaba el cuidado de su padre con su trabajo. Hoy cuida amorosamente a dos de sus hermanos más jóvenes con mimos y una ternura indescifrable que cuesta creer en los tiempos que corren. Mientras a su alrededor deambulan los demás sucesores cada vez más jóvenes dando señales del ataque de la infame enfermedad sin que de momento se pueda frenar esta pesadilla. Ella ve el proceso que vive cada uno con un conocimiento de sabia y guarda silencio ante lo que sigue...Quizás Zenón no pensó llegar tan lejos en aquella época

77. El gran despertar
Ese domingo nos atrevimos a ir, mi amiga me había dicho que Amanda, su amiga trabajaba allí y se le veía muy feliz, llegamos un poco antes y efectivamente estaba, tomamos rápidamente una infusión que nos ofreció. El lugar estaba lleno de gente, todos cantaban con una alegría sospechosa. El predicador preguntó reiteradamente si alguno de los presentes quería ir a cielo, nosotras levantamos la mano, al poco rato estábamos en el altar, todos se lanzaron a felicitarnos, nosotras reíamos ingenuamente. Bajamos del mismísimo cielo cuando el pastor quería exorcizarme y pidió nuestras cuentas bancarias para hacer la transferencia de nuestras almas.

76. La soñada boda
Andrés era mi novio en esa época, estábamos bien, él trabajaba lejos y de vez en cuando venia a visitarme, todo parecía muy normal entonces. Estábamos preparando la boda y yo no sospechaba nada. La última noche estuvo en casa celebrando con nuestros amigos, se despidió y quedamos de vernos en la iglesia. Llegó el gran día, Estabamos todos allí ansiosos porque él no llegaba, pasaba el tiempo y no daba señales... Recibí una funesta llamada. Andrés se estaba casando en ese mismo momento al otro extremo de la ciudad.

75. El zapatero
Por fin me decidí a ir con mis zapatos dentro de una bolsa. Desde detrás del viejo mostrador salió el zapatero. Hola Hombre -me dijo- Hola, le contesté tímidamente. Que le trae por aquí? Ah son mis zapatos. Como puede usted puede ver, son de muy buena calidad, están en buen estado, son bien acabados, con remaches suaves que no hacen daño a los pies, las suelas bastante conservadas, me los regalaron mis padres en la navidad pasada y los he usado poco. Y se puede saber para que los ha traído entonces? Ay perdone...es que... yo solo vine a ver... si podia ver a su nieta

74. El sudao de sancocho
En las cocinas de mi infancia, siempre había dos ollas en el fogón, una con maíz cocido para hacer las arepas y otra con comida. Mis hermanos y yo esperábamos que llegara el dia de los reyes y por fin el paseo a los charcos de Barbosa. Que ilusión nos hacia ir a tirarnos desde las piedras hasta caer al charco. La abuela preparó la gallina con yucas y papas. Umm! olía delicioso, yo me deleitaba imaginando la comida después del baño. Era la hora de almorzar, preparábamos los platos para servir, de pronto tuve una terrible intuición...sí por confusión la olla que habiamos llevado allí era la de maiz cocido insípido y asqueroso.

73. La radio
Todo comenzó esa mañana en que yo escuchaba un chachachá en la radio, incluso aprovechaba para bailar con la escoba mientras estaba el café pues asistía a clases de baile y no tenia con quien practicar. A continuación siguió un concurso de cantantes brasileros. Sonaba la música, me lancé como un rayo, agarré el teléfono y llamé rápidamente. En efecto, ha sido ganador de una entrada para la celebración de nuestros diez años -dijo el locutor- No me lo podía creer! En la fiesta las orquestas cubanas tocaban sin parar. Allí la vi por primera vez bailando con sus amigas, desde esa noche no nos hemos separado.

72. El hueco
Teniamos apenas 14 años cuando ibamos al colegio juntas, nuestro pacto no duró mucho, ella estaba muy enamorada de Mario, ese moreno guapetón de ojos verdes que tambien nos robaba el corazón a todas. claro a esa edad la gente suele pensar que eso no es amor de verdad. Su familia entera confabulaba para que no se vieran, yo me gané el titulo honorífico de celestina y los fines de semana acordabamos que pasaria por su casa para invitarla a salir, ella vivia en la peor calle del pueblo, entre bares de música estruendosa, hoteles de mala muerte y prostitutas. La sesión comenzaba siempre escuchando a su madre que ya me parecía un poco rara, un discurso plagado de metáforas de flores y jovencitas que guardan el aroma y se conservan frescas, refranes a la sancho que yo disfrutaba por lo curioso del lenguaje. Hecho el pacto de que no vería a Mario, saliamos corriendo a su cita prohibida, los enamorados se encontraban y yo volvia a casa...Pero una tarde sucedió lo que ya me temia que pasaria...salí del bar dejandolos alli solos devorándose con la mirada en aquel reservado y como de costumbre me fui rumbo a casa, apenas había caminado media calle cuando vi a todas sus hermanas que venían hacia mi, eran tres o cuatro que caminaban haciendo un frente como el ejercito hitleriano, yo no sabia donde meterme, desee que me tragara la tierra, después vino un largo castigo para ella antes de convencerla de que se fuera por el hueco a estados unidos, ella ilusa se fue pensando que la distancia mataría ese amor prohibido y eterno.

71. La musulmana
Estábamos en el centro de rehabilitación, unos levantaban sus piernas con una pesa para trabajar los músculos de las rodillas, los otros fortalecían sus cervicales con unos collares especiales, otros con sus pies desnudos hacían girar su tobillos, en un rincón los otros hacían cola para pasar al ultrasonido, mientras un hombre mayor hacia recorridos de puntillas en una plataforma de madera, en las camillas. Otros levantaban un palo de madera para trabajar sus brazos, mientras las fisoterapeutas masajeaban a los lesionados de las piernas o de sus brazos. Todos teníamos algo en común: un dolor físico que esperábamos aliviar, no importaba nuestra raza o religión...el dolor no hace estas distinciones! En un rincón del centro algunas mujeres se dedicaban a convencer a una mujer musulmana de que no se pusiera ese pañuelo que ya estaba muy guapa así y a incitarla a probar el jamón del país mientras ella contestaba, yo no poder comer cerdo, soy musulmana, ellas insistían, pruebalo, pruebalo, nadie se enterará, no sabes lo que te pierdes, no seas tonta!

70. Indignaos
Pertenezco a la generación de los indignados, creen que somos una tribu urbana, somos jóvenes en pleno 2011, tenemos cara joven, lucimos tatuajes con orgullo, nos ponemos rastas y piercing, no por eso dejamos de pensar y darnos cuenta de lo que pasa. Nuestros padres hicieron un esfuerzo enorme para que pudiéramos estudiar además de una carrera e idiomas, que es lo que toca hoy para ganarse la vida. Participamos en las redes sociales porque es la manera de comunicarnos. Estamos inquietos porque heredamos un mundo laboral incierto, nuestros padres engrosan las filas de desempleados por el constante cierre de empresas y parece que tendremos que emigrar a otros lados: una carrera y dominio de tres o cuatro idiomas no es suficiente, quieren becarios, voluntarios como si asi nos quitáramos el hambre y construyéramos nuestros sueños. Estamos indignados con los indignos, es decir la clase política que no hace más que recibir privilegios, deteriorar los servicios públicos, fomentar el desempleo, inyectar dinero a los bancos para que nos sigan robando, aumentar el gasto militar, imposibilitarnos tener una vivienda digna, alimentar el fraude fiscal y lo peor de todo no dejar ejercer las libertades ciudadanas y la democracia participativa.

69. Incesto
A mi me da vergüenza hasta el solo hecho de pensarlo- explicaba Yolanda- A veces crees que esto solo pasa en otras familias y no en la tuya. Mi hermano creo es una persona normal, tiene apariencia de joven, con 53 años es delgado y guapo. Jovana, su hija menor tiene 21. Mira mi cuñada es una arpía, manipula todo, ellos llevan muchos años de matrimonio y no se si verdaderamente lo que hizo fue una manera de retenerlo en casa, o quizás es su castigo. Jovana es mitómana, un dia decidió irse a estudiar a otra ciudad, la verdad es que estaba huyendo porque estaba amenazada, es la preferida de él por eso hacia el esfuerzo de pagarle los estudios, pero ella tampoco estudiaba, abandonaba una carrera tras otra y un día nos enteramos que estaba con un grupo de extorsionistas y ni su propia familia se escapaba de esto, su padre la encubría. Todo nos empezó a resultar extraño, por el hecho de que él fuera solo a visitarla y especialmente la forma de saludarse, cada encuentro era como el de dos enamorados, la sentaba en sus piernas y sus ojos le brillaban. A los días ella se casó de manera rápida con un joven que nadie conocía y a los pocos meses él la abandonó. Ella regresó a casa de sus padres, ahora tiene el bebé, y te juro que es idéntico a mi hermano. Hasta mis otras sobrinas sospechan pero nadie habla abiertamente.

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